- La casa se hizo asfixiante, las paredes se acercaban a devorarme, como si viviera un mal sueño.
Él se paseaba encerrado en sus cosas, en el mundo de sus cuadros, un lugar que fue de los dos y que ya no compartía conmigo. Y yo me sentaba entre la cómoda y la pared, en el suelo, queriendo hacerme lienzo...-dijo mirando al frente sin ver nada- pero no era más que otro mueble en el salón.
-¿Y la tormenta?
-La tormenta llegó ayer. El cielo estaba gris cuando me levanté, llorando y rabiosa. Había tenido otra pesadilla, pero ya era común. Con un enfado irracional e incontrolable, salí de la habitación. Él estaba de pie, dándome la espalda, frente a su último cuadro. Era una mujer, desnuda, sentada y recogiéndose las piernas, no paraba de mirarle, y sonreía, pensé que de pronto se asomaría, me miraría, y se reiría de mi triste existencia. Quise romperlo, destrozarlo, pero él me sujetó, "es lo mejor que he hecho en mi vida" me dijo. Algo se rompió en ese momento y empezó a llover.